A punto de terminar la que va a ser mi séptima temporada como formador de fútbol base, la quinta como máximo responsable de un grupo de jugadores, llega el momento de sacar conclusiones. Reflexionar sobre la práctica es la única forma de mejorar día a día y, por ende, hacer que los tuyos mejoren. Y no hay mejor forma de crecer que un año complicado como ha sido este; en ocasiones, me atrevería a decir que la mayoría de las veces, los resultados son inversamente proporcionales al aprendizaje adquirido.
Muchas son las recomendaciones que se proponen para optimizar los entrenamientos de los más jóvenes, cada vez los entrenadores están más preparados y dejamos atrás formas de entrenamiento que ya andaban obsoletas (aunque aún queda camino por recorrer). Sin embargo, hay cosas que siempre se quedan en el tintero, situaciones que no se dan en los cursos de entrenadores y que son desconocidas para ti hasta que las vives por primera vez y de primera mano. Y es que el mundo del fútbol base no es tan idílico como parece.
Por eso, con este texto mi intención no es dejaros una receta de cómo entrenar en fútbol base, sino contar vivencias personales. Una serie de experiencias personales y de reflexiones que pocas veces se dan en los libros, con tal de que os puedan servir si alguna vez os encontráis con piedras en el camino.
¿EL EQUIPO ES LO PRIMERO?
¿Cuántas veces hemos escuchado esta afirmación? Cada vez dudo más de ella y estoy más convencido de que lo primero es el jugador, y a partir de ahí vendrá todo lo demás. Si no somos capaces de conocer al jugador, de llegar a él, de atender sus necesidades, difícilmente el equipo se verá beneficiado.
Jugar en todas las posiciones
En mis inicios en esto del fútbol base era un ferviente defensor de eso de que el jugador juegue en todas las posiciones. Poco a poco, también en el fútbol, me he dado cuenta de que todo no es blanco o negro. Creo que hay jugadores que madurativamente estarán capacitados (no solo en cuestión de habilidad motriz, ojo) para jugar y obtener aprendizajes de ese escenario que supone jugar en diferentes posiciones y otros jugadores que posiblemente no obtendrán ningún beneficio de ello. Si la experiencia no es significativa para ellos, difícilmente se verán beneficiados a largo plazo de ella.
Además, para estos jugadores con más dificultad en este aspecto cabe tener en cuenta la importancia de gestionar esos cambios de posición. No será lo mismo jugar de lateral izquierdo e interior izquierdo en un 1.3.3.1 que jugar de lateral izquierdo y después de delantero. Facilitar la comprensión del juego desde diferentes posiciones será más sencillo cuando el jugador se sienta seguro de lo que hace, por lo que tal vez deberíamos evitar en algunos jugadores el cambio de posiciones constante durante el partido. Igual vale más una vivencia de 24’ desde un mismo origen que tres vivencias de 8’ partiendo de posiciones diferentes ¿Facilitamos al jugador interiorizar el aprendizaje? ¿Le da tiempo de interiorizarlo? ¿Es (o puede ser) consciente de que la comprensión del juego puede llevar a una lectura diferente según su posición? Me siguen surgiendo muchas dudas. Y espero que nunca acaben de surgir.
Por último, para cerrar este apartado lanzo otra reflexión. Se ha hablado mucho de la necesidad de que el jugador vaya experimentando diferentes posiciones en sus primeras etapas con tal de beneficiarlo a largo plazo, pero se ha hablado poco del beneficio que le puede traer haber vivenciado diferentes sistemas. No requerirá los mismos comportamientos un 1.3.3.1 que un 1.2.3.1.1. La gestión del espacio y de las interacciones con el compañero y el rival será diferente, por lo que habría que tener en cuenta este matiz en el transcurso de la formación del jugador.
Disparidad de niveles
Otra de las situaciones que seguramente deberemos gestionar en nuestros entrenamientos en fútbol base es la disparidad de niveles. En esta “peculiar” temporada que me ha tocado vivir me encontré en la plantilla con un jugador prebenjamín (entreno a un equipo benjamín de primer año) que era cualitativamente mejor que todos los jugadores mayores que él. No en vano, tras dos años detrás de él, la próxima temporada firmará por uno de los equipos punteros de nuestro territorio. Nunca me había tenido que estrujar tanto la cabeza. En ejercicios de regate, juegos reducidos, etc. había muy pocos jugadores capaces de complicarle la vida, de hacer que la tarea fuera un verdadero reto para él. Bien es sabido que para que una tarea sirva de aprendizaje debe tener un nivel de dificultad óptimo, pero ¿Cómo podía hacer para que no se saliera siempre con la suya? ¿Cómo podía complicarle la tarea para que realmente tuviera que sacar lo mejor de él? En estos casos, deberéis echar mano a una serie de recursos que hagan que la tarea se dificulte (superioridades numéricas, gestión del espacio, número de toques, etc.) y que realmente se convierta en un aprendizaje para dicho jugador y no una tarea demasiado confortable para él.
Además de la aparición de talentos deportivos, habrá momentos en que la disparidad de niveles complicará el desarrollo de la tarea. Por ejemplo, en una tarea de mantenimiento o un rondo, habrá jugadores que llevarán a que la tarea sea más discontinua de lo que nos gustaría. Existen diferentes herramientas para solucionar estas situaciones (ampliación espacio, utilización de comodines, etc.), pero estas variaciones pueden llevar a un efecto negativo para otros jugadores, que verán como la tarea se les facilita más de lo que debería. En estos casos, recomiendo trabajar por grupos de nivel, agrupando a los jugadores por nivel de habilidad con tal de facilitar la continuidad de la tarea y en caso de que se introduzcan variantes, estas no tengan efectos muy dispares en cada uno de ellos. Habrá que vigilar en qué momentos se trabaja de esta forma, ya que no creo que el trabajo con grupos de nivel sea positivo para trabajar de forma continuada. Por ello, es necesario conocer en qué tareas esta forma de trabajar va a tener un efecto positivo en el entrenamiento, así como intentar no abusar de ella.
Explicación de conceptos
Se ha puesto de moda intentar explicar el fútbol de la manera más compleja posible. Me encuentro con partidos de fútbol que parecen más una partida del “Apalabrados” en busca de la palabra que otorgue más puntos. Por mucho que nos desgañitemos en la banda para que el niño intente buscar el tercer hombre, gane profundidad o oscurezca la marca, su mente estará en otra sintonía. Hay que dárselo fácil. Comprender el juego no implica el uso de palabras más complejas de lo que el niño pueda entender. El uso de lenguaje poco entendible para ellos puede crear confusiones, llegando a mezclar conceptos. Hay que tener en cuenta que cuando un niño aprende una palabra nueva todos los caminos llevan a ella, así que hay que cuidar el lenguaje y adaptarlo a cada uno de los jugadores, ya que existirán jugadores que podrán acceder a pensamientos más complejos y jugadores que lo necesitarán todo más desmenuzado y directo. Y aquí hago uso de unas palabras de Antonio Iriondo en una entrevista reciente: “El que no quiere entender da lo mismo, porque no está preparado para ello. El que quiere entender, entiende con dos palabras”.
EL COMPLICADO MUNDO DE LOS PADRES
Mucho se ha hablado de la problemática de los padres en el mundo del fútbol base. Aquí voy a romper una lanza a favor de ellos. Cierto es que durante estos años he tenido episodios lamentables con algunos de los progenitores, pero este año temporada me ha hecho ver que las cosas pueden ser más fáciles de lo que parecen.
Empecemos desde el principio. Plantilla de 15 jugadores (realmente 17, pero dos de ellos jugarían con el alevín y vendrían en caso de que necesitáramos jugadores en algún momento puntual). Empiezan los problemas, si todos están disponibles, un niño se deberá de quedar fuera cada semana. Por si fuera poco, salen los grupos de competición. Después de explicar la situación concreta del equipo a la federación correspondiente y tras tres escritos, se desoyen nuestras peticiones. Situación final: un equipo benjamín de primer año (solo contamos con un jugador de segundo año, siendo su primera temporada en este deporte, ya que los otros dos son los jugadores que competirán con el alevín) que tendrá que competir en una liga de benjamines de segundo año. Tras las dos primeras goleadas de la competición la cosa se pone más fea todavía. Reuniones con la directiva del club, intento de retirada del equipo y ambiente tenso. Y es aquí cuando se hace la luz y viene una de las reflexiones principales de la temporada. La comunicación con los padres es VITAL. Intentamos hacer ver a los padres que tomaríamos la competición como una oportunidad de aprendizaje y de crecimiento de cara al futuro y que solo necesitábamos que apoyaran a sus hijos ya que posiblemente sus hijos valorarían más el apoyo de sus padres tras cada partido que el resultado final. Necesitábamos que entendieran que retirar al equipo no hacía ningún bien a sus hijos y que si ellos no se veían nublados por los resultados y enfocaban a sus hijos hacia otros factores, la temporada sería un “éxito”. Y así fue, 7 meses y tan solo un punto en competición después, puedo decir que esta ha sido una de las temporadas más especiales que he podido vivir en cuanto a la relación con los padres y madres de mis jugadores. El hecho de tirar todos del carro y remar en la misma dirección ha provocado que la dura temporada solo haya sido una masterclass de aprendizaje para sus hijos. Por todo ello, creo que es necesario reunirse con los padres y hacerles sentir partícipes del proceso y aconsejarlos sobre su rol en el ámbito deportivo. En ocasiones, los padres como los jugadores necesitan saber cuál es su papel y tener algún tipo de directriz en cuanto a en qué y cómo pueden ayudar al equipo.
FÚTBOL Y TDAH
Decía uno de los profesores con los que coincidí durante mi formación universitaria que ahora a todos los niños inquietos se les diagnostica de TDAH. Es un trastorno muy extendido en la sociedad actual y esta temporada me tocó enfrentarme a él. Al inicio de temporada me encontré con un grupo amplio de jugadores en el que, además, había un pequeño grupo que dificultaba la continuidad en la sesión (charlas, interrupciones y todo tipo de comportamientos propios de los niños). Pero había uno de ellos que era el que más me preocupaba, ya que a todo esto se le unía una excesiva agresividad. Tras varios incidentes y tras una charla con la madre (VITAL esto de la comunicación) descubrí que estaba diagnosticado de TDAH. Lo primero que hay hacer es informarse sobre el trastorno o la enfermedad del jugador para poder ayudarle de la mejor manera posible desde tu labor. En este caso, este trastorno se caracteriza, entre otros, por el déficit de atención, la impulsividad y agresividad, la baja autoestima y la posibilidad de encontrarse con relaciones interpersonales insatisfactorias. Para este jugador cree la figura del ayudante del entrenador. Siempre se colocaba a mi lado en el círculo antes de iniciar la sesión, permitiéndome tenerlo más controlado, y me ayudaba con el material y las explicaciones. Si había que repetir las indicaciones del ejercicio, él era el encargado de explicarlo a los compañeros. Así matábamos dos pájaros de un tiro. Por un lado, él debía estar atento ya que es posible que tuviera que explicar la tarea y yo me podía asegurar que lo había entendido. Además, este rol principal le hacía sentirse importante y evitaba cualquier comportamiento indebido que persiguiera llamar la atención de los demás. Estas simples medidas mejoraron la situación con respecto al principio de temporada, así como las relaciones interpersonales entre los compañeros, teniendo esto un impacto positivo en el desarrollo de las sesiones.
TIEMPO AL TIEMPO
Tenemos la manía de parar una tarea cuando vemos que las cosas no salen como queremos. Si en el primer minuto algo va mal, paro, cambio conos, jugadores, lo retoco todo y vuelta a empezar. En un deporte donde el espacio y el tiempo son vitales en ocasiones nos falta pausa. Dejar que la tarea se auto organice. No os desesperéis en el minuto dos porque la tarea no tiene continuidad, porque no aparecen los movimientos que pretendías. Va a llegar el momento en el que los jugadores conecten con la tarea y se haga la luz. Incluso ellos mismos te darán respuestas que ni tú habías imaginado antes. Si una tarea sale perfecta desde el inicio igual deberíamos de preocuparnos. En fútbol base intenta olvidarte del cronómetro y de las tareas prefijadas de 8’, las sensaciones cuentan. Todo necesita su tiempo. Y su pausa.
Por otro lado, hablando de tiempo, hay una regla que debería ser sagrada en el mundo del fútbol base: maximizar el tiempo de compromiso motor. Muchos tenemos en mente lo que sería una preparación física ideal en los más pequeños (aquí os dejo mis ideas), pero lo cierto es que es difícil cumplir algunos objetivos por la falta de tiempo y de recursos. Si a eso le sumamos la poca consideración con la que cuenta la Educación Física en el currículum actual y las nuevas costumbres de la era tecnológica nos encontramos con un problema grave de sedentarismo en la sociedad actual. Por eso, incluso antes que el moverse bien estará el moverse (entiéndase esta afirmación). Más movimiento = Mayor experiencia motriz. Fácil ¿no?
QUE SEA EL JUGADOR EL QUE IMPROVISE
Por lo general, en el fútbol contamos con recursos materiales y personales escasos a la hora de afrontar la formación del jugador. Es por ello que es vital que el único que tenga que improvisar en el entrenamiento sea el jugador. Intenta organizar el material de forma que pueda optimizar el tiempo de entrenamiento. Si dispones de campo completo, intenta tener preparadas todas las tareas sobre el campo desde un inicio, y solo limitarte a retirar el material (con la ayuda de los jugadores se gana tiempo, y el tiempo es oro) y cambiar de espacio si es necesario. Dónde me coloco para explicar la tarea, dónde me coloco para observarla, qué fallos se pueden producir en la tarea y qué feedback le doy al jugador. La organización previa llevará a una improvisación más fácil (quieras o no, muchas veces el entrenamiento te conduce a la necesidad de improvisar). Improvisar por duplicado rara vez sale bien.