Diseñar una sesión de entrenamiento táctica requiere más que colocar conos y diseñar ejercicios. Supone planificar una progresión coherente que permita al equipo interiorizar conceptos, automatizar comportamientos y aplicarlos en situaciones reales de partido.
1. Definir el objetivo táctico del día
Cada sesión debe girar en torno a un objetivo claro: presión tras pérdida, salida en corto, defensa en bloque bajo, ocupación de espacios… Cuanto más específico sea el objetivo, mayor será el aprovechamiento de la sesión.
2. Activación contextualizada
La parte inicial debe preparar física y mentalmente a los jugadores, pero también puede incluir aspectos tácticos: rondos posicionales, juegos de posesión o tareas con restricciones que introduzcan el concepto del día.
3. Ejercicios analíticos con foco táctico
Antes de pasar a la globalidad, es útil trabajar el principio táctico de forma reducida o sectorial. Por ejemplo, si se trabaja la salida de balón, se puede comenzar con líneas defensivas y portero en un espacio controlado, sin presión real.
4. Situaciones reales de juego
En esta fase se debe simular el contexto del partido: partidos condicionados, superioridades numéricas, transiciones, etc. Es importante que el ejercicio demande toma de decisiones reales y que la estructura táctica esté presente en todo momento.
5. Competencia interna y corrección
Acabar con un juego global, sin restricciones, permite evaluar si el objetivo ha sido asimilado. El feedback durante la sesión (verbal, gestual, visual) debe reforzar lo trabajado y abrir camino a la repetición consciente.
6. Breve reflexión final
Una breve charla post-entrenamiento donde se refuercen los aprendizajes clave ayuda a consolidar los conceptos y mantener la conexión con el modelo de juego del equipo.
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